Foto de algunos de los invitados presentes en el Encuentro por la Convergencia y el Cambio Social, realizado los días 14 y 15 de enero del presente año en la ciudad de Cali. |
Por: Felipe Pineda Ruiz / Somos Ciudadanos
El análisis de la turbulenta coyuntura política
colombiana, y el accionar de sus sinuosos protagonistas, no dan margen, ni
siquiera, para el más mínimo pestañeo. Menos para outsiders, como nosotros, que
contemplamos dicho devenir desde la barrera. Gilbert Keith Chesterton, aquel
mordaz escritor británico de principios del siglo pasado, solía repetir “la política es tan excelsa como el más
sublime de los artes, pero tan impredecible como el derby”. Los resultados
del plebiscito por la paz, del pasado 2 de octubre, confirmaron esa caprichoso
enunciado.
Dicha contienda electoral estableció una radical
frontera entre dos Colombias que cohabitan a regañadientes: la que vive
inmovilizada por el miedo, apegada al pasado y a un cierto orden, por un lado,
que contrasta con una Colombia modernizante, resiliente y colmada de esperanza.
El fin de las Farc como organización armada, y el fin
de la guerra como cortina de humo, permiten que un proyecto político, de nuevo
tipo, aflore y tenga posibilidades de triunfar en las elecciones de 2018. La
superación del conflicto armado abre una insuperable ventana de oportunidad
para que los tópicos centrales, de una agenda programática transformadora,
territorial y urbana, se instalen en el centro del debate nacional.
En esa misma dirección, la de redefinir el mapa y
ahondar en el territorio político, hace unos pocos días un grupo de jóvenes, de
diferentes vertientes ideológicas, y lugares del país, nos reunimos durante dos
días en el Encuentro por la Convergencia
y el Cambio Social en la ciudad de Cali para deliberar, aprender, analizar
e intentar converger, en medio de la divergencia.
Entre los múltiples tópicos a tratar, un interrogante
cobró mayor relevancia que los demás ¿cómo
construir un nuevo proyecto político en Colombia que canalice, al tiempo, la
indignación y la confianza de la gente del común?
El presente texto intenta esbozar brevemente, a
manera de propuesta del autor, algunos ejes comunicativos, discursivos y
estratégicos generales que podrían servir de hoja de ruta para el nuevo
proyecto político -NPP, de ahora en adelante-.
El
acumulado histórico, los avances recientes del horizonte político alternativo
Las tentativas por sacar adelante proyectos políticos
alternativos tienen antecedentes de vieja data en nuestro país: experiencias
previas tales como la Unión Nacional de Oposición (UNO), la ANAPO, Firmes, la
Unión Patriótica, el Frente Social y Político y el Polo Democrático
Alternativo, hacen parte del acerbo robusto de colectividades que propugnaron
por el cambio la transformación en Colombia.
Los anterior marca un derrotero para clarificar que la
configuración de un NPP, en Colombia, no debe construirse en abstracto sino más
bien sobre los avances electorales, y de movilización social, que diversos
actores denominados “alternativos” han alcanzado a lo largo y ancho del país.
Las victorias recientes en diferentes elecciones regionales, realizadas entre
1999 y 2015, en departamentos como Nariño, Cauca, Putumayo, Antioquia, y en
ciudades principales como Medellín, Cali, Cartagena, Ibagué, Santa Marta y
Bogotá, hacen parte de un acumulado
histórico que no puede tirarse a la basura.
Lo mismo sucede en el plano de la movilización
social: la fuerza de la MANE, y su lucha por la defensa de la educación pública
(2011-2013); el paro nacional agrario de 2013; el “cacerolazo” contra la destitución de Gustavo Petro en 2014 y la
resistencia indígena en el norte del Cauca, entre otros casos, muestran que la
fuerza de la ciudadanía emerge también desde escenarios no proselitistas.
El NPP:
recuperar la esperanza, vencer el miedo, desbordar la democracia representativa
Sin embargo, el NPP debe jugar con las cortapisas que
el marco jurídico y legal en Colombia ha dejado. Esos limitantes, consignados
en la constitución política de 1991, dejan fisuras muy estrechas para que las
transformaciones sociales y económicas de hondo calado se hagan realidad.
Si partimos de una praxis realista, el NPP debe
evitar crear falsas expectativas transformadoras y ser claro, ante la opinión
pública y en su dinámica deliberativa interna, sobre lo siguiente: “no es por falta de voluntad el no poder
avanzar lo deseado, sino más bien por la ausencia de márgenes para seguir
adelante”.
El NPP debe volver más creativa, propositiva y
ciudadana la movilización social y más emancipadora y confiable su forma de
disputar los espacios de la democracia representativa; es decir debe desbordar
los linderos de las calles y la institucionalidad en sí.
A lo largo de la historia, las fuerzas alternativas a
lo establecido en Colombia, en sus versiones radicales o moderadas, han
sucumbido ante el establecimiento debido a las concepciones culturales
conservadoras que dominan el sentido común del colombiano promedio. Frases como
"nosotros o el caos" o “no demos saltos al vacío” han hecho
parte del recetario comunicativo del establecimiento para acabar con cualquier
proyecto transformador en el país del “sagrado
corazón”.
Las presiones democratizadoras encabezadas por una
nueva apuesta política, enfrentadas a las fuertes reacciones antidemocráticas,
deben ofrecer a la ciudadanía una visión alternativa de país colmada de
certidumbre, confianza y seguridad.
Por tanto, construir pueblo y ciudadanía requiere de
la conquista del corazón y la mente (seducción cultural/mediática) de quienes
siguen secuestrados por el miedo y de aquellos que nunca acuden a las urnas.
Los casos paradigmáticos de la “ola amarilla”, encabezada por Carlos Gaviria en 2006, y de la “ola verde”, liderada por Antanas Mockus
en 2010, demuestran que SI ES POSIBLE construir una narrativa de la victoria
que esperance a las mayorías, que devuelva la ilusión a quienes nunca la
tuvieron.
El NPP se
escribe con V de Victoria…y con R de Ruptura
La gente de a pié sueña, subsiste con lo mínimo y,
sobre todo, quiere recuperar el anhelo de ganar. Por eso ellos, los electores,
militantes y simpatizantes del NPP, no se conformarán con un proyecto político
futuro ideado para dejar una "constancia
electoral histórica", colmada de “oposicionismo”
y derrota.
Lo anterior deja claro que si un NPP se propone
dicotomizar el campo político entre la “elite”
o la “oligarquía”, enfrentada a la
gente del común debe romper con la cada vez más caduca disyuntiva
izquierda-derecha, y así soñar en agrupar a las mayorías sociales del país.
Estar al rincón izquierdo del campo político, donde
el establecimiento quiere mantener a las fuerzas del cambio, para disputar con
decenas de fuerzas políticas el monopolio del 10% del electorado, solo es el
camino directo hacia la marginalidad.
El NPP debe ser una fuerza horizontal, capaz de
articular demandas particulares y construir nuevos significantes vacíos,
identidades, nuevos sentidos y hacer converger a un puñado de liderazgos
populares-territoriales. Por tanto, para que dicha pluralidad y fuerza creativa
emerja, es menester renunciar y acabar con preceptos y lógicas creadas
previamente.
Al crear un nuevo paradigma de articulación se
destruye el modo previo, excluyente, vertical y minoritario, tanto en lo
discursivo como en lo organizativo, heredado del dogmatismo de la izquierda
tradicional. No es romper con todo tipo de armazón organizativa interna, sino
atravesar e incluir al conjunto de actores de la sociedad, democratizando la
estructura, politizando, acabando con la liquidificación de votante/consumidor
creada por el marketing, el famoso “votante de opinión”.
La narrativa del cambio y la transformación, del
proyecto político en ciernes, tiene que lograr que sus votantes/simpatizantes,
y la gente del común en general, pueda imaginar al anhelado NPP gobernando de
manera idónea, solvente, con una irrenunciable vocación de poder. Ya no es
suficiente con la foto en blanco y negro de las banderas rojas de la revolución,
se hace más preciso pensar en el retrato de la re-evolución multicolor. Manos a
la obra, el futuro es ahora…
Twitter: @pineda0ruiz
* Felipe Pineda Ruiz,
publicista, investigador social, colaborador de la Fundación Democracia Hoy.
Miembro de la plataforma política Somos Ciudadanos. Editor de
www.democraciaenlared.com
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